Por Rita A. Riel
En septiembre del 1949, yo me gradué de octavo grado con un regalo poco común, ¡la Biblia! Esta me fue dada por el padre Charles Moisan, mi pastor. El me dijo, “¡Dios escribió este libro!” Yo me sentía muy feliz al poseer y compartir el libro que Dios había escrito.
Cuando entré al convento a la edad de catorce años, yo comence a leer el libro de Dios. Yo me uní a las hermanas de Sainte Chritienne, una orden francesa fundda en Metz, Francia, en los años 1800. En ese tiempo las monjas tenían una escuela superior de niñas en Massachussetts. Tres grupos de estudiantes asistieron a la escuela: el día en que las niñas que vivían en el área, las internas y las novatas. Novatas eran el nombre dado a las niñas que querian ser monjas. Yo pertenecía a este grupo. en mi primer año había diecinueve principiantes y todas casi de la misma edad. Las novatas estaban aisladas y vivían bajo reglas muy estrictas del convento. Me prohibieron hablar con cualquier persona fuera del grupo, incluyendo aún mis maestros, vivíamos mayormente en silencio.
A nosotras se nos permitía ir a la casa dos veces al año, 2 semanas durante la Navidad y ocho semanas durante los meses de verano. En relación a nuestras fmailias, podiamos escribir una vez al mes y recibir sus visitas una vez al mes. Esto era todo. No podíamos hacer llamadas telefónicas, y nuestras cartas eran leídas antes de llegar a nuestras manos. Debido a la manera de vivir tan sobria, muchas se encontraba muy solas, incluyéndome a mí.
¿Por qué yo queria ser una monja?
para mí fue intolerable vivir en estas condiciones, porque yo echaba de menos mi familia. Yo era la mayor de cinco hijos. El menor había nacido cinco meses antes, y mi madre me necesitaba en el hogar. En primer lugar, ella nunca estuvo de acuerdo a que yo me fuera, pero yo deseaba deseperadamente consagrar mi vida a Dios, porque El había librado mi vida cuando yo era un bebé. Mi papá me dijo que mi madre había orado a los santos por cuatro meses cuando yo estaba muriendo en cuidado intensivo. Los santos del cielo no hicieron nada por mí. Cuando ella le oró directamente a Dios entonces yo sané ese día. Había dos razones más por lo cual yo queria ser una monja. Desde la niñez, yo tenía grandes esperanzas de ser una maestra. La otra razón era que yo le temía a la muerte. Esta era mayor a las otras porque yo temía morir e ir al infierno. Cuando la monja me habló del purgatorio yo me sentí mejor, pero no me quitó el iedo. Sintiéndome temerosa del infierno, comencé a tener el mismo temor por mi familia. Yo pensaba que si me hacía una monja, yo podía salvar a mi mamá, mi papá, mi hermana y hermanos del infierno a través de la vida disciplinaria que yo llevaba, pero yo no estaba segura.
Atentado de fuga
Después de haber vivido en el convento por dos semanas, me di cuenta que no podía seguir en esta vida de monasterio porque se me asentuaban los miedos. Mientras esperaba por mis padres que me venían a buscar, secretamente empaqué mis pertenencias. Yo no sabía qué los demoraba. Después de todo, mi madre debió baherse sentido alegre al recibir mi primera carta después de haber dejado el hogar dos semanas antes; especialmente cuando le decía que yo queria que ella y mi padre vinieran por mi lo antes posible.
Yo me quedé asombrada cuando ví a la monja que estaba a cargo de las novicias entrar al salón con mi carta abierta en sus manos, tres días después. La razón por la cual yo no la sellé fue debido a que ella nos dijeron que se encargarían de mandarla a mis padres. Yo me suponía que esto era para ella corregir los errores gramaticales. Cuando ella habló, vino a mi corazón un sentido de culpa. ¿Había sido yo desobediente a Dios? ¿No era esta mi vida para yo hacer lo que queria hacer? Seguro, Dios no me iba a bligar a quedarme en un sitio en contra de mi voluntad. La hermana me dijo que yo debía quedarme el año entero, para conocer la voluntad de Dios para mi vida. “¡Un año entero”! Yo me quedé pensando mientras ella me miraba muy silenciosamente. Yo le dije “sí”, ella entonces me dijo, “muy bien, coge esta carta y vuelve a escribirla. Si tu dices que te sients sola, tus padres se van a sentir muy mal por ti”. Desde ese día, yo contaba los meses, días, horas y finalmente minutos. Al final de este tiempo, yo me sentía igual al día cuando escribí mi primera carta, nueva meses atrás.
De vuelta a casa con miedo
Al siguiente año, me encontraba en mi casa viviendo felizmente, y con el gozo que tenía antes. ¿Duraría esto? Mientras este nuevo año escolar estaba en progreso, la monja que me persuadió a quedarme en el convento, me pidió que la visitara, lo cual hice.
Mientras ella conversaba conmigo solamente, ella repitió varias veces, que yo no estaba haciendo la voluntad de Dios quedándome en mi casa. Ella también me dijo, que Dios me iba a castigar, y si me casaba, el castigo también sería para mis hijos. ¡Dios la bendiga! Ella no conocía la seriedad de sus palabras porque yo recibí lo que ella llamaba ser la verdad. ahora yo me sentía con otro miedo. Yo sentía temor de quedarme en mi casa por el miedo de pensar que si me casara, mis hijos serían castigados por mi desobediencia de renunciar a ser monja. Yo empecé a meditar en el año que pasé en el convento. Si viviendo una vida así podía salvar a mi familia de pasar la eternidad en el infierno, cien años en el convento no seríana nada. Con este pensamiento emocional que me decidí volver al convento a la edad de 16 años.
Dándolo todo sin seguridad
Cuando yo tenía 17 años, no volví ami casa ni siquiera para visitar, en caso de que mis padres murieran volvería tan sólo por tres días. Fui enviada al noviciado donde, después de dos años, yo vendría a hacer una monja ordenada. Profunda pena embargó mi corazón al ver que allí nadie tenía la seguridad de conocer la verdad que yo buscaba concerniente a la vida eterna. Nadie sabía si iba directamente al cielo después de morir. ¡Esto era increíble! ¿Por qué nos deprivamos de vivir una vida normal si no estamos seguras? Mientras tanto nos habían instruido que era un pecado mortal dejar la vida sin hacer los votos perpetuos. Yo pude haber dejado el convento inmediatamente pero estaba atada a las palabras que la hermana me había dicho en años anteriores sobre si me casaba mis hijos podían ser castigados.
Momentos con el Señor
¡Gracias a Dios que tenía una Biblia! Yo continué leyéndola y encontré que era muy fácil hablar con Jesús sobre mis problemas, El era muy compasivo con los que vienen a El . El Señor Jesucristo es el único que me puede dar paz en los momentos de confusión. Cuando fui a El, yo conseguí las contestaciones que necesitaba. El es mi mejor amigo. Cuando hice los votos de obediencia, no se me permitió ser maestra porque no había terminado la escuela superior. Esto me destrozó. Esta fue la segurna vez que fui rechazada en el convento, aparte de no saber con seguridad si iría al cielo al morir. Los sacerdotes me decían, “tu lo sabrás cuando llegues allí”. ¿Y qué si Dios no me deja entrar al cielo una vez llegue al portón? Esta pregunta me preocupó más que aceptar el largo trabajo al que me habían asignado, este fue, hacer trabajo doméstico en vez de maestra de escuela. Desde el día que se me negó el enseñar, hice el hábito de llevar todos mis problemas ante Jesús. Me iba a la capilla, cerraba la puerta, y con mucha reverencia decía, “Jesús, quiero hablar contigo”. Cuando hacía esto, yo sabía que Cristo me escuchaba. ¡Yo estabe muy agradecida! Ese día me arrodillé y tuve una conversación de corazón a corazón con mi mejor amigo. Le dije que todas las monjas del auditorio tenían una clase para enseñar y yo no tenía ninguna, porque no cualificaba, Señor, le dije, después de derramar algunas lágrimas, “Si tú dices, sí, la superiora me dará un grupo de niños para yo enseñarlos”.
Con el Señor, comencé a enseñar
Dos semanas más tarde yo estaba en camino a Maine como maestra substituta para reemplazar una monja que había enfermado con cáncer. Cuando entré al salón, al día siguiente, sin preparación, me quedé asombrada al ver cuarentaisiete niños del segunda grado. ¡La supervisora que me envió allí por 2 meses no me dijo que tendría tantos estudiantes!
Oramos juntos por la recuperación de su maestra. Me las arreglé para salir bien el primer día de clases, hice un recorrido por el edificio, organicé mis libros en el salón de la comunidad del convento, fui directamente a la capilla, cerré la puerta y dije; “Jesús, necesito hablar contigo”. El Señor conoce nuestras necesidades antes de que lleguemos a El. El Señor se agrada en oir las oraciones de los que confian en El. “Primeramente Señor Jesús, quiero darte las gracias por la clase que me diste, pero olvidé decirte algo. Yo me olvidé de decir que yo nos sé como enseñar”. Yo sabía que Dios se sonrió, El esperaba que yo viniera a El. Con gran gozo, yo sabía que tenía que darle a mi clase a El, y lo hice inmediatamente. Desconocida para mi fue la dirección que Jesús me dio fue la misma que le dio a Moisés su suegro, Jetro. “Tú tienes muchos niños, delega tu autoridad. Haz de tus estudiantes maestros. Enséñalos a enseñar a otros. Yo te dirigiré día a día”. Cuando Jesús me dirigía, yo lo entendía a través de la gracia del Espíritu Santo. Cuando fui a la escuela puse en práctica lo que Jesús me había enseñado. ¡Los resultados de las enseñanzas de Dios fueron extraordinarios!
Los superiores dejaron de solicitar una maestra acreditada y yo seguí enseñando por muchos años. Me premiaron con un año escolástico para visitar escuelas aventajadas en Inglaterra, Scotland, Switzerland, Canada, y a través de los Estados Unidos de América. Al siguiente año, fui aceptada en la Universidad de Massachussetts y me gradué con un grado de Maestría en educación. ¡Yo le di toda la gloria al Señor Jesucristo! Al leer la Biblia ese año, Jesús me enseñó a confiar en El, a través de mi clase.
Confiando en El
Más importante aún, el Señor me preparó para confiar en El a pesar de los pecados que me evitaban saber con certeza que yo iba a ir al cielo. Según el tiempo pasaba yo le confesaba a Jesús mis pecados. Cuando hice ésto, sentí paz dentro de mí, pero no fue de la manera cuando se los confesaba al sacerdote. ¿Por qué? Simplemente porque el sacerdote no tenía poder para perdonar pecados. Ese poder tan solo le pertence a Dios solamente.
“¿Quién puede perdonar pecados sino Dios solamente?” (Marcos 2:7). Sabe usted que da miedo leer esto? “Todos han pecado y están cortados de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). ¡Esto quiere decir que todos necesitamos un salvador porque todos estabamos condenados! ¿Qué hizo nuestro Padre sobre el hecho de que todos ibamos para el infierno? “Porque de tal manera Dios amó al mundo que envió a su hijo unigénito para que todo aquel que en el cree no se pierda mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). ¡Esta era la contestación que yo había estado buscando por años! ¡La vida eterna está segura solamente en Jesucristo! Ahora sabemos que podemos ir al cielo cuando muramos porque por la gracia de Dios hemos creído en Cristo Jesús, el que pagó por todos nuestros pecados en al cruz del calvario. ¡Yo encontré la contestación! ¡Creer en el purgatorio es otro substituto, es negar la sangre de Cristo! Jesús dijo en Jeremías 29:13, cuando nosotros seguimos a Cristo de todo nuestro corazón es porque Dios está trabajando en nosotros a través de la fe. El resultado de la gracia es arrepentimiento (una completa vuelta atrás) de depender en lo que nosotros hacemos para la salvación en creer que somos salvos por lo que Cristo hizo por nosotros a través de us sufrimiento, muerte y resurrección. Una vez que respondemos por fe para recibir el regalo de la salvación, podemos mostrar nuestra gratitud haciendo una desición por El en nuestra vida, (Santiago 2:26).
Salvación y sus frutos
Tomás cayó sobre sus rodillas en arrepentimiento después de haber dudado de la resurrección de Jesús y dijo: “Mi Señor y mi Dios”. Uno de los ladrones en la cruz confesó que ellos eran los que merecían ese castigo, dijeron que Jesús era inocente, llamaron a Jesús “Señor” y le pidió a Jesús que se recordara de él en el Paraíso. Jesús dijo, “Hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso”, (Lucas 23:43). Zaqueo bajó del árbol sicómoro, recibió a Jesús en su casa lleno de gozo, y le dijo a Jesús que él le daría a los pobres la mitad de sus bienes y que si él había cogido algo de alguien, se lo devolvería cuatro veces y Jesús le dijo: “Hoy a llegado la salvación a tu hogar” (Lucas 19:9).
María le cantó a Elizabeth su Magnificat cuando esta encinta, y María dijo, “Engrandece mi alma al Señor; y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. Porque ha mirado la bajeza de su sierva; pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones”. (Lucas 1:46-47). ¿Usted leyó esto? ¡Qué excitante! ¡María confesó que ella necesitaba un Salvador también! Esto verifa la Palabra de Dios que dice, “Porque todos han pecado”. María la madre de Jesús y no de Dios (mientras que Jesús es Dios y hombre) reafirmó a Elizabeth que ella necesitaba un Salvador. Más tarde, lo afirmó nuevamente diciéndole a los sirvientes en la boda en Canaán de Galilea, “Todo lo que El os mandare a hacer, hacedlo” (Juan 2:5), María quería que nosotros obedezcamos a Jesús. ¡Todo lo que Jesús nos dirige a hacer se encuentra en la Biblia! Verifique en la Biblia si todo lo que yo le digo es cierto o falso y pregúntele al pastor si es verdad.
Una vez que realicé mi fe en el Señor Jesús solamente para mi salvación tuve que renunciar a la idolatría. Parte de la idolatría es orar fuera de la voluntad de Dios. La oración que acepta el Padre es orar en nombre de Jesús (Juan 14:13,14; 16:26), y El te dará el Espíritu Santo. Este es la cabeza y el principal en la oración. Yo acostumbraba a orarle a María, los santos, los ángeles, y al Espíritu Santo, pero yo no encontré a nadie en la Biblia que lo hiciera. La Biblia dice que Jesucristo e el único Mediador entre entre Dios y los hombres, (I Timoteo 2:5) y (Juan 14:6).
El Espíritu de Verda
Sabemos que el Espíritu Santo de Dios, pero El le da la preeminencia a Jesús (Juan 14:26). El Espíritu Santo censura al mundo de pecado, de santidad y de juicio (Juan 16:8), nos guía a toda verdad, no habla de sí mismo (verso 13), glorifica a Jesús (verso 14), Jesús siempre le ora al Padre. No está escrito en la Biblia que alguien ore fuera de la voluntad de Dios, como muchos lo hacen hoy día.
El Señor Jesucristo nunca pecó ni nació de Adán con el pecado original. el era el Hijo de Dios nacido de la virgen María (Lucas 1:35). Sin embargo El solo puede borrar nuestros pecados porque El no tiene pecados en El (Hechos 4:12). Cuando entendí a través del Espíritu Santo que yo unca podría ser salva a través de las obras como pensaba cuando entré al convento, me sentí muy tanta. ¿Quién yo creo que soy para creer que puedo salvarme por mí misma? Si esto pudiera ser, entonces para qué vino Jesús. El hubiese podido sufrir y morir en vano por mí (Gálatas 2:21; Romanos 11:6; 3:30).
El Evangelio está completo y terminado
Jesucristo vino a derramar su sangre sin pecado por la redención de la humanidad (Col 1:14). Lee lo que el apóstol Pedro dijo (I Pedro 1:18-19). Cuando Jesús dijo, (Juan 19:30), El murió (Hebreos 10:10) Su sacrificio sin sangre no se necesita repetir en el altar. Aquí la negación de Cristo es doble.
Primeramente, es un sacrificio sin sangre. La Palabra de Dios dice, (Hebreos 9:22). Segundo, es la repetición del sacrificio de Cristo la cual se hizo una vez y para siempre. Las preguntas que hacemos aquí s Si el sacrificio de nuestro bendito salvador necesita ser repetido, ¿no hace esto la muerte de Cristo insuficiente? Y, ¿no dijo nuestro Señor, “está terminado” en su muerte?
Nace de nuevo, luego da frutos
El día que el Padre Celestial me llevó a Jesús yo estaba sola en la capilla. Nada más que Dios fue el que me dijo lo que tenía que hacer, pero esto no quiere decir que Dios no me habló a través de la gente. Yo le dije al Señor que yo creía en El y que le daba todos mis pecados, pero nunca tomaba una posición por El. Mi comunión con El era personal. Jesús me tenía que hacer fuerte para yo poder perseverar a las tormentas de la vida con El. El quería todo mi corazón. Si yo hubiera tenido un hábito impenitente en mi vida, me hubiese causado el servir a dos señores aunque yo decía que amaba a Jesús (Mateo 6:24).
Muchas veces me sentí temerosa de ser diferente. Yo decía que amaba a Jesús, ¿Pero, era cierto? Dios me probó a ver si yo podía vencer las presiones detenidamente. La regla establecida era que cuando una ofendía a una monja, estabamos supuestas a besarle los pies, pedirle perdón, esperar que ella dijera que nos perdonaba y besarle los pies otra vez antes de dejarla. Yo nunca ofrendía a ninguna monja para librarme de hacer esto, pero después que la monja me dio el tratamiento frío por una semana, yo me sentía obligada a hacerlo para obtener paz entre nosotras. La gracia de Dios fue suficiente. Cuando aún estaba yo de rodillas besándole los pies a la monja, le pregunté que yo había hecho para no volver a hacerlo nuevamente. Ella dijo, “si tu continuas hablando pra el otro lado, tu no tendrás parte conmigo”. Yo me quede asombrada por el momento, pero el Espíritu del Señor me ayudó. Tan ligero como un rayo, yo comprendí que ella no quería que yo hablara con la monja que ella odiaba. Como a Dios le agrada que seamos amables con todos, yo me levanté inmediatemente y le dije, “¿eres tu cristiana o no?” Yo me propuse en mi corazón que nunca desobedeciera a Dios en vez de obedecer alguna persona. Yo no quería postrarme delante de un espíritu de odio. Yo la amaba, y oré por ella. Este día yo nací de nuevo. Primeramente, Dios me salvó por gracia a través de la fe, luego me ayudó a mostrarlo en acción. (Juan 3:3).
Dando frutos sin contar el costo
La gracia de Dios me seguía y me daba las fuerzas para mantenerme firma en El a través de los años donde perdí mis amigas durante este proceso.
Qué alegría saber que con la ayuda de Dios, yo pude tomar una decisión por el Rey de Reyes y el Señor de señores, y que El estaba a mi lado y me sustentaba con ese deseo que yo tenía de vivr por Su gracia mientras viviera. Fue ese mismo día que Jesús me ayudó a vencer esa presión de grupo, y me dio un mensaje que nunca olvidaré. Me fui a la capilla y lloré yo sabía en mi corazón que yo tenía una enemiga que me perseguiría el resto de mi vida. Cuando dejé de llorar, le pregunté a mi mejor Amigo, “¿Es esto lo que significa mantenerse en ti Señor?”.
Una vez que Cristo comenzó a ser el Señor de mi vida, mi espíritu cambió radicalmente. La mejor manera en la cual puedo describir mi nueva vida de la natural a la espiritual es el proceso por la cual pasa la mariposa cuando se hace crisálida. La metamorfosis por la cual pasa el gusano pra luego convertirse en una hermosa mariposa. ¡Major aún, vengo a ser una hija de Dios, adoptada en Su familia y estoy enamorada de Jesús! Mis pecados fueron borrados por la sangre de Cristo. Yo comencé a ser una nueva criatura en Cristo, cubierta con la honradez de Cristo y heredera de la salvación eterna. Yo podía orar al Padre en el nombre de Jesús, y El me oía. Muchas veces mis oraciones fueron contestadas con sanidad física y sanidad espiritual. Como un ejemplo, la monja que estaba enferma de cáncer y que vive aún, ¡fue curada y ya de esto hace 40 años! Cuando el Señor Jesucristo comenzó a ser mi Señor, yo no sentía temor en desobedecer al hombre, si era el caso de obedecer a Dios. Cuando vine a Dios a través de su gracia, Jesús estaba trabajando en mí a través de Su Palabra. El es la Palabra. (Apocalipsis 19:13) y desarrollamos una relación de amor.
¡Cosas comenzaron a ocurrir en mi alma! La Palabra de Dios es tan poderosa que me quitó el miedo de morir. Fue una liberación completa! Yo he estado a la puerta de la muerte dos veces y no he sentido miedo. ¡Gloria a Dios! (Efesios 3:8,9). Las obras no salvan. Estas son manifestaciones espontáneas de un corazón puro como resultado de la salvación. (Efesios 2:10)
(Filipenses 2:12; Santiago 2:18,20) y no un medio para obtener la salvación, como los inconversos creen. Nosotros hemos sido creados con cuerpo, espíritu y alma. Sin embargo me redimió de mis pecados dándome un nuevo espíritu, que es la vida eterna, no era suficiente, el Señor hizo mucho más. Cuando El derramó su sangre por mí, El también proveyó la sanidad de mi cuerpo y alma del pecado. (Isaías 53:4-5; II Pedro 2:24; Mateo 8:17; Lucas 22:44). El Señor me puede ayudar a vencer el pecado si yo confío en El. Cuando se menciona el cuerpo en la Biblia se refiere a la carne. El alma es la mente (el pensamiento), la voluntad (yo quiero), y las emociones (yo siento) o como dice la Biblia (I Cor. 2:1-4), en el presente Jesús me está ayudando a vencer la carne a través de nuestra relación, como el pensar, querer sentir después de la voluntad de Dios y no mi voluntad.
Por favor, escucha
Es una pena que mientras yo crecía, nadie me dijo que tan sólo Jesús salvaba. Por eso es que yo estoy tan deseosa de decirte la verdad de Dios hoy. ¡Mañana, quizás sea muy tarde! ¡Estoy orando muy sinceramente que todo el mundo entienda la importancia de tener una relación con el Señor Jesucristo, porque la muerte nos puede sorprender en cualquier momento! El diablo quiere destruirnos, pero el no puede, si creemos en Cristo únicamente, para nuestra salvación.
El error que mantiene a la gente lejos de Jesús existe hoy en día. La gente los respalda antes decía y hoy también, y hasta en los funerales dicen que la persona que ha muerto, si es bautizada es salva. ¿Cómo puede ser esto posible? ¡Esto es obras! La salvación ordenada por Dios es fundamental para nuestro destino eterno. Primeramente debemos creer las Buenas Nuevs del Evangelio y luego ser bautizados. El buatismo es importante solamente si creemos en el Señor Jesucristo primero. El bautismo es una señal de afuera indicando lo que hay dentro significando que hemos sido crucificados con Cristo y que resucitaremos con Cristo en la resurrección de los muertos, pero el bautismo no salva. ¿Puede un bebé creer? El niño necesita tener entendimiento conocido para nosotros “como la edad del razonamiento”. Entonces, ¿cómo una persona puede salvarse con el bautismo siendo un bebé? El mandato de Dios se distorciona cuando decimos que somos salvos siendo bebes al bautizarnos.
El se preocupa por Sus ovejas
A través de los años el Señor me recuerda que El no me dejará ni me abandonará nunca. Mas bien, El me ha librado de enfermedades, tumores se desaparecieron en mí, aunque los doctores me habían dicho que me tenía que operar inmediatamente. En Africa, me salvaron de sufrir una parálisis del tendón de Aquíles. Su Palabra me salvó cuando yo lo llamé y me libró de morir de malaria. Meses después perdí todo mi cabellera debido a la fiebre tan alta por la malaria, pero el Señor Jesus me restableció el pelo aunque los médicos habían dicho que no lo recobraría.
La sanidad por nuestro Gran Cirujano no es tan sólo física. Después de haber sido engañada por un artista estafador y terminado en la cárcel, Dios milagrosamente me rescató. Después de sufrir un accidente de carro a 50 millas por hora, mis pies estaban en llamas cuando choqué contra un poste de teléfono, el Señor no me llamó a morar con El porque todavía tengo que hacer algún trabajo para El.
El carro se encendió dos segundos antes que dos extraños me sacaran por la ventana y me acostaran sobre la tierra. Mis héroes me apagaron el fuego en que mis pies estaban envueltos, y uno de ellos me dijo cómo vió que el fuego se iba de mis piernas, yo no estaba quemada. Mis medias de nilón ni siquiera estaban chamuscadas. ¡”Gracias al Señor”! Mi cadera izquiera se fracturó en muchos pedazos, pero el Señor Jesucristo nuevamente me sanó después de una operación donde El le ayudó al cirujano a tornillar los huesos a una plancha de metal. ¡Yo andaba y corría normalmente! Alguine dijo, “Si nunca tenemos problemas, ¿cómo vamos a saber que Cristo los soluciona?”.
Preguntas y respuestas
Hasta hoy, yo me hago muchas preguntas, y el Señor me da la contestación en Su Palabra porque la Biblia es la única verdad y fundamento por el cual debemos vivir. Si nosotros amamos a Jesús, obedeceremos Sus mandamientos (Juan 14:15). ¿Dónde los obedeceremso? Sí, en Su Palabra. Después de miles de años, El ha conservado Su Palabra como El dijo que lo haría. (Salmo 12:7) “¿Cómo podrán creer en El si no lo han oido? (Romanos 10:14). Lo amamos y creemos en El leyendo Su Palabra diariamente? (Lucas 9:23).
Mi historia y la tuya
¿Sabías que tú puedes conocer a Jesús y tener esa relación íntima con El también? Lo que El hizo por mí, lo quiere hacer por ti también. Muchas de nosotras, monjas ordenadas están relatando sus experiencias de cómo el Señor Jesucristo las hizo nacer de nuevo. Nosotras estamos orando por usted porque la compasión de Jesús por usted es real. Cuando tú llegues a las puertas del cielo, ¿no crees que será maravilloso ori, “Entra, siervo fiel?”. El Señor quiere que tu tengas esa seguridad antes de morir, o será muy tarde. (Juan 6:29) son las palabras que El Señor quiere decirte también querido lector. El no tiene preferidos. El dice que estará cerca de ti si tú estas cerca de El. (Santiago 4:8). ¿Crees tú en el Señor Jesús solamente? ¿Lo dejarías todo por El? (Mateo 19:29). El lo dejó todo por ti. El dijo; Jesús le dijo: “Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza…”.
Yo creo en la pregunta que Dios está haciendo a la humanidad hoy en día. ¿Con quién tú estás identificado?, ¿la iglesia, la religión, la cultura, una ideología?, ¿la opinión popular, éxito, prosperidad o con mi Hijo el Señor Jesucristo?
Toma tiempo, y piensa lo que el Señor hizo por ti en el calvario. El murió en tu lugar, por tus pecados, Piensa en las recompensas eternas que El tiene para ti. Cree en El solamente y síguelo diariamente en esta vida. Muchos te habrán engañado en tu religión, como me lo hicieron a mí, pero Jesús nunca me ha rechazado ni engañado en estos cuarenta años desde que El abrió mis ojos y yo confié en El sacrificio que El hizo por mi. ¿Yo prefiero obedecer a Jesús, no lo harías tú? Nosotros podemos creerle al Señor Jesús porque El nunca nos miente. Si tu deseas conversar con el Señor Jesús dile que tu lo amas y que crees en El. Dile al Señor todos tus pecados y pídele que sea tu Señor y Salvador. Jesús nos dice que El es el único camino al Padre. (Juan 14:6). Repito, Cristo es el único camino al Padre; el único mediador entre Dios y los hombres (I Tim. 2:5).
¿Tiene Jesús la preeminencia en tu vida, siempre?, así estarás honrando al Padre de los cielos (Colsenses 1:18-19) en su grandeza . Cree en El, porque en El hay su evangelio, “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21).